Trabajar con Lucía fue un punto de inflexión en mi relación con la comida y con mi cuerpo.
Su acompañamiento me ayudó a abrir un camino que hasta entonces me resultaba inalcanzable: el camino hacia la aceptación.
Con sus palabras firmes y a la vez amorosas, pude empezar a reconocer patrones de restricción, culpa y miedo que llevaba años normalizando. Lucía me enseñó a escuchar mi cuerpo de verdad, a nutrirme sin castigo, y a comprender que comer no es un enemigo, sino una forma de cuidado.
Su mirada profesional, profunda y humana sembró en mí una semilla que todavía está creciendo. Gracias a ella dejé de vivir peleada con mi reflejo y empecé a construir una relación más compasiva conmigo misma.
Lucía, gracias por abrirme la puerta a una nueva forma de vivir en mi cuerpo.
J.